domingo, 9 de noviembre de 2014

Basura

( El País Semanal)

Una vaca europea está subvencionada con dos euros diarios mientras el cincuenta por ciento de la humanidad subsiste con menos de un euro al día. En este mundo es mejor ser una ternera gallega o una vaca holandesa que un humano bengalí o una ruandesa. También es mejor ser una moto de alta competición. La moto de la fotografía tuvo la suerte de no nacer en Sierra Leona. Nació en Japón, en un parto asistido por tres mil ingenieros que costó un millón y medio de euros. De ahí que esté permanentemente controlada por veinticinco personas todos los días de su vida. En la imagen podemos ver a dos médicos de motos que le miden sus constantes vitales tras una prueba de esfuerzo. Le están tomando la presión y la temperatura. Con asepsia, con dulzura, con los últimos avances tecnológicos puestos a su disposición en una operación que se repetirá a lo largo de su existencia cada vez que salga a dar un paseo o a echar unas carreras. Uno de los médicos registra los datos que luego procesará en un ordenador y prescribirá cuántos octanos, cuántos millones, cuánta propaganda más le harán falta para su mejoría. Luego la abrigarán, le harán un chequeo en profundidad y la trasladarán entre algodones hasta un garaje hospitalario de lujo.


La historia y el azar genético hicieron que estos hombres no nacieran en Japón. Nacieron en una tierra invisible salvo cuando los titulares periodísticos la convierten en un peligro. Entonces los titulares los ponen en su sitio y en el mapa. Son africanos que llegaron a Canarias en un precario barco, atravesando un trozo de océano que esconde en sus fondos cientos de sueños tan invisibles como sus orígenes. Exhaustos quedaron en la arena de Maspalomas y, como no son motos ni venían patrocinados por una multinacional, tardaron seis horas en prestarles asistencia médica. Luego alguien llamó al camión de la basura y elevaron el volquete para recoger los despojos del sistema. Al menos alguien tuvo la delicadeza profiláctica de agenciarles unas mascarillas para evitar que se contagiaran de nuestro miedo, de nuestra miseria, de nuestra ignorancia y de nuestra estupidez.

1 comentario:

  1. Aún estando de acuerdo en casi todo creo que habría que señalar , que en este tema Paulino Rivero, que anda pidiendo explicaciones a no se sabe bien quién, es el menos indicado para quejarse ¿por que no fue él a buscarlos en su famoso helicoptero con el que recorre a diario Canarias para las actividades más inverosímiles? Esto no sucedería si en esta tierra, de cuyas especificidades como territorio ultraperiférico, insular, fragmentado, fronterizo , etc.... no dejan Paulino y los suyos de hablar, hubiera un protocolo de actuación para el caso, frecuente y nada extraordinario, de que lleguen personas a nuestras costas de los países focos de emisión de la peligrosa enfermedad del ébola, que existe, no es una paranoia ni un invento de los medios de comunicación, como han podido comprobar hace poco en Madrid.
    Por otro lado hay que hacer un ejercicio de empatía y colocarnos en el lugar de las personas allí presentes, de los conductores de ambulancia, policias, etc.... a los que solo podemos culpar de algo tan humano y razonable visto lo visto estos días de tener miedo, no solo de contraer la enfermedad ellos mismos, sino de extenderla en el caso de subir a estas personas en una ambulancia o ingresarlas en un centro no preparados para tratarlos. Tendríamos que hacernos la pregunta ¿tendría yo el valor de acercarme a ayudarlos? ¿lo habría hecho usted señor Giraldez? Yo no lo sé, pero sí sé algo seguro: Paulino Rivero ni se hubiera acercado.
    Un Saludo.

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