viernes, 27 de diciembre de 2013

Colorines

(Viñeta de El Roto)
En el barrio de El Charco, en Puerto Cabras, durante casi cuatro décadas existió el colegio público General Primo de Rivera, construido por obra y gracia del Mando Económico Militar de Canarias en los años de posguerra. Ya vetusto y ruinoso el colegio fue demolido. A principios de la década de los 90 del pasado siglo se construyó, en ese lugar, Colorines, un edificio destinado a acoger una guardería municipal. Nunca lo fue. Los graves problemas de escolarización en Fuerteventura (y de incompetencia en la gestión educativa) hicieron que durante un tiempo fuese cedido a la Consejería de Educación para acoger a niños y niñas de educación primaria. Construido el nuevo colegio San José de Calasanz las criaturas se trasladaron y el Ayuntamiento recuperó el espacio. Desde entonces, ese lugar público municipal ha sido utilizado para múltiples menesteres, desde la realización de cursos varios hasta concursos y exposiciones ornitológicas.

Hace unos meses una persona nos informa que Colorines va a ser cedido (o vendido o regalado) a un colegio privado y que incluso ya se había dado la orden a los trabajadores y colectivos que utilizaban el centro para que lo fueran desalojando. Nos pareció increíble. Tanto que uno de los presentes, dedicado profesionalmente a la escuela pública, soltó una queja de la que esperamos no tenga que lamentarse: ¡por encima de mi cadáver! Pasaron las semanas y volvimos a preguntarle a nuestro informante. Este nos confiesa que no hay nada nuevo y que parece que tal atrevimiento (ceder un espacio público dedicado a la enseñanza pública a una empresa privada cuyo negocio es la enseñanza) había quedado paralizado. Respiramos aliviados, sobre todo el colega que iba a ofrecer su vida por la causa. Pero parece que la cosa iba y va en serio. En julio el Pleno Municipal, amparado en la quietud estival, aprueba la desafectación de Colorines; en septiembre se publica en el Boletín Oficial de la Provincia.

¿Desafectación? Desafectar, nos aclara el diccionario, es declarar formal o tácitamente que un bien de dominio público queda desvinculado de uso o servicio público. Es el primer paso para su privatización posterior. La táctica es la siguiente: se desafecta y luego -en el mejor de los casos- se saca un concurso público para ceder -o vender- las instalaciones a una empresa privada. Ese concurso ya tiene ganador, porque el (futuro) ganador ya cuenta con información privilegiada y, si lo apuran mucho, diseña hasta las bases de la oferta. Es un suponer. Porque claro, lo mismo a Marcial Morales le da por evitarse tan engorroso trámite y después de desafectarlo ya se lo afecta directamente al coleguita agraciado que lleva meses insistiendo en que colorines y colorado ese espacio público se ha terminado. Y hasta es posible que el futuro ganador, dueño de otra guardería, ya tenga hasta comprado el material escolar necesario para cuando el alcalde desafectador le entregue nuestro patrimonio a precio de saldo. Vamos, es otro suponer.

En el lenguaje posmoderno se cambia el continente para evitar mencionar el contenido. Ya se habían inventado la externalización para privatizar hasta el mismo sol. El Ayuntamiento de Puerto del Rosario es más sutil, se inclina por la desafectación como vía para el trasvase de lo público hacia lo privado, de lo nuestro hacia lo de ellos. ¿Y si ya puestos aprendiéramos de sus tácticas y desafectáramos el Ayuntamiento? Imposible: la legislación y el diccionario lo impiden porque antes tendríamos que demostrar que esa institución ejerce, aun disimuladamente, un servicio público.