(Fotografía extraída de www.laprovincia.es) |
Teodoro Obiang fue
durante años el hombre de confianza de Francisco Macías. El segundo apellido de
ambos es Nguema. Eran sobrino y tío y compartieron durante mucho tiempo su
gusto por la sangre humana. Macías era el dictador supremo, Obiang el jefe de
las cárceles, campos de concentración, tortura y descuartizamiento sistemático.
Se esmeraron. Juntos eliminaron a más del diez por ciento de la población de
Guinea Ecuatorial y más de un tercio de sus habitantes tuvo que exiliarse.
Macías se autodenominó como Único Milagro de Guinea Ecuatorial, a
Fernando Poo le puso su nombre y arropó a su sobrino que de teniente pasó a ser
teniente coronel, viceministro de Defensa y siniestro carcelero mayor de Black Beach,
la cárcel de Malabo, la capital del país. Obiang disfrutaba con las torturas y
procedía a realizar espeluznantes juegos. A menudo ordenaba que se trasladara a
un grupo de presos a algún bosque próximo y los invitaba a matarse entre ellos
prometiendo al que quedara vivo que sería puesto en libertad. El vivo tenía
suerte, siempre era asesinado de un tiro en la cabeza.
En 1979 el sobrino
derrocó al tío, lo enjuició y lo fusiló. Se autonombró Dios, España se apresuró
en legitimar su presidencia y Marruecos envió un destacamento que aún hoy
continúa siendo su guardia pretoriana. Pero un torturador lo es para toda la
vida y Black Beach sigue siendo la cárcel donde se encierra a cualquier
sospechoso de no adorar al dios Obiang. Una sala de la cárcel es conocida como La Oficina. A lo largo de
estos treinta y tres años de dictadura de Obiang, el presidente ha acudido en
numerosas ocasiones a esa sala. Algunas noches algunos significados presos,
casi siempre acusados de alta traición, son llevados a La Oficina sabiendo que se
acabaron sus días. Obiang se sienta y preside un tenebroso y simulado juicio.
Los interrogatorios no los hace ningún fiscal sino otros sádicos asesinos que
le arrancan al reo algo más que una confesión. El preso muere torturado, Obiang
no firma la sentencia, solo bendice que el acto se ha ajustado a derecho.
Obiang gana todas
las elecciones. No tiene rival. Literalmente, no tiene rival. Cuando gana, gana
y cuando pierde también gana. Sus poderes presidenciales son absolutos y su
fortuna supera los mil millones de dólares, lo cual significa que pueden ser
dos mil o cinco mil millones. El dinero lo obtiene de un juego de rapiña. Él le
entrega a las empresas petroleras extranjeras parte del petróleo guineano y
estas le entregan el 35% de los beneficios que van directos a sus cuentas y a
los de sus familiares. Guinea tiene la mayor renta per cápita de África,
superior a la de su antigua metrópoli, España, pero tiene uno de los peores
puestos en los índices de desarrollo humano. Él está en la revista Forbes,
Guinea Ecuatorial en las denuncias de Amnistía Internacional.
La semana pasada se
inauguró un majestuoso edificio en Malabo. Se trata de la sede de la
multinacional petrolera Noble Energy. A ese edificio, construido en una nueva
zona de negocios conocida como Malabo II, sus dueños y la dictadura lo llaman
campus, que es como llamar demócrata a Obiang. La Oficina de Prensa de
Guinea informó que el presidente de la compañía, Chuck Davidson, le entregó en
el sencillo acto protocolario una bandera nacional (sin especificar de qué
nación) que había viajado a La
Luna en 1976 con el Apolo XV. También informó que la empresa
es un modelo de virtudes medioambientales, comprometida con las comunidades
guineoecuatoriales.
El campus petrolero
lo ha construido una empresa de Fuerteventura, CORORASA, la misma empresa que
ha financiado a los grandes partidos políticos de la isla desde hace décadas. A
todos, sin excepción. Sabemos que el capital no tiene patria y mucho menos
conciencia. Si huele el dinero en una dictadura le sigue el rastro sin
importarle los muertos. Pero al acto de la inauguración también asistió el
presidente del Cabildo de Fuerteventura. Para justificar su asistencia (que lo
mismo hubiese ido a la inauguración de un campus de Repsol si lo construyese la
misma empresa) el presidente emitió una nota de prensa. En ella aclara que
asistió al acto porque apoya la internacionalización (sic) de las empresas
majoreras que crean empleo... fuera de la isla. Para que no hubiese espacio
para la interpretación, Mario Cabrera, el presidente, manifestó que su apoyo a
las empresas majoreras en la dictadura guineana es "claro, contundente y
sin dudas". En cambio a algunas personas que sufrimos su actuación como
presidente del empresariado majorero sí nos asalta una duda: ¿qué se siente,
don Mario, al darle la mano a un ladrón que somete a la pobreza a un pueblo, a
un cerdo torturador, a un violador sistemático de los derechos humanos, a uno
de los mayores asesinos en serie de la reciente historia del continente
africano?, ¿a qué clase de mierda huele un genocida?