(Viñeta de J. Morgan) |
La política no es
una profesión, es una vocación. Parece que se nace con eso, adherido a algún
cromosoma, o a algún gen, o al espíritu, o a algo. O a lo mejor es al revés y
es la vocación la que llama al político una triste tarde de invierno
apartándolo de otros caminos que no eran vocaciones, sino profesiones. Por
culpa de ella se han perdido para el mercado laboral grandes abogados, grandes
médicos, grandes registradores pero, sobre todo, se han perdido grandes
parados. Gente abocada a tener un empleo precario o a no tener oficio a la que,
de repente, la maldita vocación política le asalta al cuello y ya no se libra
de ella hasta la muerte. Esa vocación, parece demostrado, luego genera una
reacción química que afecta a las neuronas y se termina diciendo machangadas,
con todo respeto. De eso se da cuenta uno después de algún tiempo. Porque si se
dicen con traje y gesto serio, mirando a las cámaras, las machangadas se
convierten en sentencias o en aforismos o en frases cliché que se aprenden en
la escuelas de corrección política, a donde acuden los políticos cuando la
vocación vacila. Allí aprenden a expresarse combinando circunloquios y
perífrasis rumbo a la nada. Y cobran por eso y por otras nadas.
La nada más
absoluta es no aparecer ni cuando se llaman a ellos mismos. Se convocan y no
van, muchas veces por cuestiones de agenda. Su frenética actividad nadista
a veces los confunde y convocan un pleno cuando ya habían concertado la
asistencia a la romería o a la comunión del ahijado. Hay veces que hasta el iPad que les compramos no les recuerda sus citas a tiempo; citas a las que, por
otro lado, no están obligados a acudir porque las reuniones también son
vocacionales. Y otras veces se alinean los planetas y se produce el encanto:
demagogia e incomparecencia más o menos a partes iguales.
Preocupado por el
avance de la pobreza, que entre tanto ajetreo lo ha cogido de improvisto, el
Parlamento canario se convocó a sí mismo para aprobar un plan al que llamó Estrategia
Canaria frente a la Pobreza ,
la Exclusión Social
y a favor del Desarrollo Humano. Así, todo seguido, conteniendo el aliento
y sin desparramarse por el camino. La Estrategia es para leerla, en especial en lo
concerniente al Desarrollo Humano. Fundamentalmente se trata de dar dinero a
los empresarios para crear empresas y cargos y cursos y comisiones de
seguimiento y convenios con las cámaras de comercios y comercios con las
cámaras de convenios. Esto es el desarrollo humano según el Parlamento y a este
tipo de economía que nos desarrolla humanamente la denomina economía azul
(sic) y se queda tan pancho. Todo se basa, si confiamos en la estrategia, en
que hay que tener en
cuenta que las personas en esa situación viven en un determinado espacio o
territorio (barrio, comarca, pueblo, distrito, bloque de edificios, ciudad,
isla, municipio…) y en cada espacio podemos tener lo que necesitamos si
valorizamos lo que tenemos.
Cójase esta última frase, contenida en el documento
estratégico, y dele la vuelta, pásela a pasiva, vírela boca abajo, sacúdala,
hágale una liposucción sintáctica y, por favor, nos la explican. Los que
carecemos de vocación estamos en otro nivel y no terminamos de comprender. O
eso o que se están descojonando de los pobres advirtiéndoles de que en sus
barrios tienen lo que necesitan pero no valoran lo que tienen. Pobres tontos.
Pero esto sería una provocación y no una vocación, que tienen la misma raíz
pero caminos políticamente divergentes. Y esta gente -los diputados canarios
que no los pobres- son gente seria y llevan meses asegurando que este pleno
contra la pobreza era el más importante de la legislatura y posiblemente del
último milenio. Pero se les descuadró la agenda poniéndolo el día veintinueve
de julio: de sesenta señorías solo acudieron a votar treinta y seis. Confundieron
la vocación con la vacación. Un descanso merecido después de poner un título
tan largo a una estrategia compleja y además azul. Y es que no siempre
valorizamos lo que tenemos en ese espacio parlamentario, donde la democracia y
la pobreza están como ausentes.