El
siguiente es un texto recién escrito de Aminata Dramane Taoré y
Nathalie M'Dela-Mounier, autoras del libro La África mutilada (Taama
Editions, 2012). Ha sido traducido por Juan Montero y Antonio Lozano.
Se trata de una visión africana crítica sobre lo que se nos oculta
del drama de las migraciones alejada de los tópicos de los medios de
comunicación europeos.
LA
INFERNAL CONTABILIDAD MACABRA
¡Basta!
¡Basta de maniobras de diversión!
Son,
eran, serán centenas, miles, centenas de miles en partir para no
volver nunca. Y como de costumbre, tras el tiempo de la emoción y de
la indignación vendrá el del olvido y la indiferencia. Son, eran,
serán todos olvidados porque unas políticas
económicas excluyentes y asesinas continuarán provocando paro y
pobreza en masa, conflictos armados y calentamiento climático.
A
lo largo de los últimos veinte años, casi 30.000 personas han
muerto a las puertas de Europa, 3.500 en 2014. Desde comienzos de
enero de este año 2015 que Europa ha proclamado «año del
desarrollo», se estima en 1.700 el número de muertos, con seguridad
más pues esta contabilidad macabra es aventurada.
Europa
no puede contribuir a remediar esta tendencia mortífera de la
evolución del mundo globalizado sino admitiendo lo que Michèle
Rivasi, diputada europea del partido
Europa Ecología los Verdes (EELV), recuerda a propósito de Malí:
«la necesidad de analizar el fracaso del desarrollo económico
que ha deslegitimado la democracia. Los jóvenes dejan el país
porque carecen en él de
porvenir. Sin embargo, Malí tiene recursos en el sector agrícola o
minero». Esta llamada de atención es válida para los
conflictos armados: los jóvenes toman igualmente
las armas en nombre de la etnia o de la religión cuando el
desarrollo económico no cumple sus promesas.
¡UNA
CUMBRE MÁS! Y ESTA VEZ, ¿ENTRE SÍ?
De
una cumbre a otra, los dirigentes occidentales y africanos han
avalado la idea según la cual el desarrollo cubrirá las necesidades
del continente y, por lo tanto, las de los candidatos a la
emigración. Así fue con ocasión de
las conferencias euro-africanas de Rabat (julio 2006), Trípoli
(noviembre 2006), Uagadugú (mayo 2008), París (noviembre 2008)...
Esta vez, los europeos debaten
entre ellos. En la urgencia, han decidido reunirse en Bruselas
para soluciones de emergencia. Cada Estado balbucea, tira balones
fuera y pasa palabra a su vecino. Se trata, se subcontrata, se
confina, se externaliza, se proyecta un archipiélago de campos de
retención lejos de las miradas, de los derechos,
incluso si se hace sin convicción...
Los
dirigentes africanos que se dejan persuadir de que ha llegado nuestro
turno de aprovecharnos de la «feliz mundialización», y
a los que basta con acelerar el ritmo de crecimiento
llevándolo del 5% al 8 o al 9%, van a tener que atemperar su
entusiasmo. Los jóvenes subsaharianos, con sus muertes en el
desierto o en el mar, les interpelan de igual forma que Europa. Más
allá de estos dos continentes, los Estados Unidos de América y la
organización de Naciones Unidas (ONU) están concernidos por esta
hecatombe que vale por sí misma como balance de los Objetivos del
Milenio para el Desarrollo (OMD) que finalizan este año.
¿Los dirigentes europeos querrán interpretarlo en estos
términos?
¡NO!
LOS TRAFICANTES NO SON LOS PRIMEROS CULPABLES
El
joven tunecino de 27 años y sus dos camaradas que han sido
arrestados deben, indiscutiblemente, responder por sus crímenes.
Pero los traficantes no constituyen sino el último eslabón de una
larga cadena de responsables. Además, en el pasado, los mismos
emigrantes fueron tratados como «terroristas». Porque es
políticamente incorrecto alegar un argumento como éste frente a
tantos seres humanos desesperados que vienen de tantos lugares
diferentes, se pone el acento en la
responsabilidad de los traficantes. Ellos serían los primeros
culpables a reprimir.
Más
que los emigrantes y sus itinerarios, las redes, la situación de los
países de origen y de tránsito, es la naturaleza de Europa la que
está en cuestión. Además de las relaciones de dominación que
sostiene con África, a quien impone su modelo de desarrollo, se
atrinchera, se transforma en fortaleza pero también en cárcel. La
cuestión no es solamente saber si hace lo suficiente y cómo se
implica para salvar vidas humanas en el Mediterráneo. Sino ¿qué
hace y que hará en origen en los países de los que son naturales
los candidatos a partir? Y ¿por qué las soluciones previamente
tomadas en diferentes cumbres no han impedido esta catástrofe? La
Europa fortaleza, cuyos expertos militares han participado en la
elaboración del «concepto estratégico», ha igualmente erigido en
el interior de sus fronteras/murallas centros de retención
administrativa en cuyo interior pisotea, a la vez, el derecho
internacional de asilo y la Declaración Universal de los Derechos
del Hombre de 1948, que estipula «el derecho de toda persona a
dejar libremente cualquier país, incluido el suyo».
Sí,
oímos hablar de corredores
humanitarios, de normas de seguridad, del Frontex, de la vigilancia
en las fronteras, de la presencia militar e imaginamos también a los
cocodrilos que frecuentan emboscados
esas aguas, vagamente soñolientos o vigilantes, dispuestos a
castigar, a emerger, a cerrar la trampa de sus mandíbulas sobre la
carne tierna de los sueños, a devolver al soñador imprudente a su
orilla, vivo o muerto.
Sí,
oímos hablar de duplicación de los
medios de Tritón, de ampliación de su radio de acción, de
inspección de los barcos a lo largo de las costas libias y de
intervención en el «origen» en Libia.
¿LIBIA?
¡HABLEMOS DE ELLO!
Sumamente
edificante resulta la Tercera cumbre África-UE, los días 29 y 30 de
noviembre de 2010, en Libia, en la que Muammar Gaddafi acogió, con
gran pompa, a los dirigentes de 80 países africanos y europeos. Los
participantes se habían puesto de acuerdo en torno a un «plan de
acción» para una colaboración África-UE que fuese de 2011 a 2013.
Creación de empleo, inversiones, crecimiento económico, paz,
estabilidad, emigración y cambio climático estaban en el orden del
día.
En
lugar de esta perspectiva, Libia ha sido desestabilizada y el Guía
libio matado. Además de la proliferación de armas provenientes de
los arsenales libios, decenas de miles de trabajadores originarios
del África subsahariana y del Magreb han perdido su trabajo. Estos
han engrosado las filas de los demandantes de empleo en sus
países de origen, dispuestos a partir a
cualquier precio.
Jean
Pierre Chevènement, antiguo ministro de defensa y de interior,
refiriéndose a Nicolas Sarkozy dice, a propósito de la inmigración
en Europa, algo que desde nuestro punto de vista es válido para la
proliferación de armas en el Sahel y la fuerza de choque de los
yihadistas, «La Libia de Muammar Gaddafi tenía muchos defectos
pero ejercía un control sobre sus fronteras». «Nosotros
hemos violado la resolución de Naciones Unidas que nos otorgaba el
derecho de proteger a la población de Benghazi, hemos ido hasta el
cambio de régimen» ha deplorado.
Se
arresta a los traficantes. ¿Quién llevará ante la Corte Penal
Internacional (CPI) a los causantes de la guerra en Libia de la que
Malí es la primera víctima colateral en África subsahariana? Es
pernicioso plantear la cuestión de la gestión de las consecuencias
de esta injerencia en términos de «servicio post-venta» que no
habría sido garantizado. La verdad es que, pura y simplemente, no
tendría que haber sucedido porque la democracia no se exporta. En
honor a los que dan lecciones de democracia recordamos que:
-
La gobernanza empresarial nada tiene que
ver con la gobernanza democrática, participativa y respetuosa de los
derechos humanos.
-
El clima de los negocios no tiene que ver más con el clima social
que la salud de la economía liberalizada con la de los seres
humanos.
-
La seguridad de las inversiones no es la seguridad humana.
NEGACIÓN
DE LA REALIDAD
Mucho
antes que Grecia, Portugal y otros países europeos hoy confrontados
al paro, la precariedad y el miedo al futuro, nosotros hemos sufrido,
desde la década de los 80, la medicina de caballo del ajuste
estructural. «Contra la austeridad, por la igualdad, la justicia
económica y social» son las consignas de los pueblos de Europa
que habrían podido ser movilizadoras y cohesionadoras aquí también,
en Malí, en el Sahel y en África, de una manera general, si las
víctimas africanas del capitalismo mundializado y financiero
estuviesen bien impregnadas, ellas también, de las causas
estructurales del paro y de su empobrecimiento. La casi totalidad de
los emigrantes en dificultad no habrían asumido el riesgo de partir
si las políticas económicas puestas en práctica fuesen creadoras
de empleo. Las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC)
son profundamente destructoras. «Estamos amenazados por un
genocidio, una catástrofe de una amplitud tal que hará más
víctimas que el balance acumulado de todas las guerras y las
catástrofes naturales que la historia ha conocido», previene
Sami Nair del hecho de la apertura de la agricultura a la competencia
en noviembre de 2001 por parte de la OMC (Entrevista acordada con Ake
Kilander en la revista sueca FiB/K nº 2, febrero 2006). El control
de las sociedades trasnacionales sobre las tierras cultivables
excluirá a más campesinos y campesinas de la producción. «Un
trabajador agrícola bien equipado podría reemplazar a 2.000
campesinos pobres. Tres mil millones de personas no podrán ser
absorbidas por la industria, incluso con un crecimiento
extraordinario».
En
las regiones en conflicto, la inseguridad entorpece cualquier
actividad económica. Agricultores, ganaderos, pescadores,
comerciantes, artesanos no pueden ocuparse de sus tareas. Los
emigrantes proceden de todos estos oficios. Los Acuerdos de
Colaboración Económica (APE, en sus siglas en francés) impuestos a
los Estados africanos no contribuyen a mejorar
esta situación. Como tampoco el TAFTA (TTIP: Tratado
Trasatlántico de Libre Comercio) –que se traducirá también en la
supresión de las barreras tarifarias y aduaneras entre los Estados
Unidos de América y Europa– es ventajoso
para los pueblos de Europa. A la vista de esta realidad, una
solidaridad de combate se impone entre los pueblos del mundo y, en
este caso, entre los de África y Europa.
¡SON
NUESTROS HIJOS!
La
gran cantidad de mujeres, a veces con sus hijos, a bordo de
embarcaciones que se hunden en el Mediterráneo, rara vez es
mencionada y destacada. ¿Por qué? Porque contrariamente a
las violencias domésticas, sexuales y sexistas cuya
instrumentalización permite justificar la injerencia, la violencia
inaudita del sistema capitalista y depredador es ocultada. Pero, en
el drama de la emigración, las mujeres están omnipresentes en tanto
que madres, esposas y emigrantes.
Cada
emigrante engullido por el Mediterráneo
o por el desierto es uno de nuestros hijos. Los gritos de los que hoy
perecen en el fondo de las calas se añaden a los que se han hundido
en el vientre del Atlántico en los tiempos malditos de la trata,
inscritos tanto en nuestra carne como en nuestra memoria.
En
tanto que madres, sobre la escena del mundo globalizado, vemos
desplegarse el destino de nuestros hijos convertidos en parados,
emigrantes «clandestinos», narcotraficantes, rebeldes y,
actualmente, yihadistas. No bajamos los brazos. Desde los
acontecimientos de Ceuta y Melilla, hemos, por nuestra parte,
alertado e intentado encontrar alternativas a esas partidas de la
desesperación, así como una vida digna para aquellos que nos son
devueltos con la muerte de los otros en su alma atormentada. Pero
¿cómo retenerlos en el contexto económico descrito?
Desde
Thiaroye en Senegal, las madres y las viudas de los emigrantes
desaparecidos en el mar, con la valiente Yayi Bayam Diouf a la
cabeza, han venido a vernos a Bamako, en Malí. Después, con las
madres y las viudas de los emigrantes malienses desaparecidos en las
mismas condiciones, nosotras hemos ido a su vez a Thiaroye donde, al
borde de la mar glotona que devora a nuestros hijos, nos hemos
recogido. Hemos rezado por aquellos que ya no están y por los
supervivientes, más bien los muertos-vivientes, que nos son
devueltos.
Porque
somos esas madres inquietas y pensantes, porque nuestros hijos están
en peligro, porque nuestro mundo vacila, asustado pero ciego y sordo
a su dolor, permanecemos vigilantes y rechazamos que ellos sean
sacrificados sobre el altar del mercado rey.
SON
SUS RIQUEZAS
¿A
quién pertenecen los recursos mineros (oro, platino, hierro,
bauxita, coltán, níquel, estaño, plomo, manganeso, plata...),
energéticos (petróleo, gas natural, uranio...), agrícolas (café,
cacao, algodón...), forestales, pesqueros y otros de los que la
economía mundializada tiene cruelmente necesidad? Pertenecen a esos
hijos que vienen a morir a las puertas de Europa. Para nuestra
desgracia, la seguridad energética de la que depende el crecimiento,
la competitividad y el empleo en Francia y en Europa está, en parte,
ligada al acceso a las fuentes de petróleo, de uranio, de gas así
como a las vías para su transporte. Los países de origen de los
emigrantes indeseables y desechables, del Sahel
y del Magreb, que rebosan de estas riquezas, se convierten en
campos de batalla.
Francia
y Europa deben reconocer que todos somos
perdedores. Por todas partes los ojos se abren. ¿París cree
realmente defender el rango y la imagen de Francia en el mundo
instrumentalizando el Consejo de seguridad y violando sus
resoluciones tal y como ha hecho en Libia? ¿Defiende de forma
duradera los intereses de las empresas francesas cuando los pozos de
petróleo y las minas de uranio y otros recursos estratégicos se
convierten en polvorines? ¿Defiende a los franceses y a su libertad
de circulación cuando las zonas declaradas de riesgo, cuyo número
no cesa de aumentar, les son prohibidas? Acabaremos todos confinados.
LA
CONVERGENCIA DE LAS LUCHAS: EL ÁFRICA Y LA EUROPA DE LOS PUEBLOS
Bruselas
se declara conmocionada. Tiene una
ocasión histórica de decir la verdad sobre el conjunto de causas de
esta tragedia y hacer así justicia a los pueblos expoliados y
humillados de África. Ciertamente es pedirle demasiado. Pero debe
hacerlo, no solamente por respeto a las vidas que se propone salvar
sino también por sus propios pueblos de los que una buena parte
sospecha que ha debido sucederle a África lo mismo que le sucede en
este momento a Grecia, España e Italia.
No
concebimos cómo un modelo económico que no resuelve la
papeleta a los pueblos de Europa podría sacar a África del
atolladero. Son los lobbys (algodoneros, petroleros, mineros, del
armamento y otros) quienes deciden la política exterior de las
potencias occidentales. «Estamos rodeados» apunta Susan
George a propósito de lo que ella llama «la autoridad ilegítima»
en Europa. «Lobistas al servicio de una empresa o de un sector,
PDG (Presidentes Directores Generales en sus siglas francesas) de
trasnacionales cuya cifra de negocios es superior al PIB de varios
países en los que éstas están
implantadas, instancia cuasi estatal cuyas redes tentaculares se
despliegan bastante más allá de las fronteras nacionales: toda una
cohorte de individuos y de empresas que no han sido elegidos, que no
rinden cuentas a nadie y cuyo único objetivo es amasar beneficios
están en vías de tomar el poder y orientar la política oficial.»
Tanto
el incremento de los flujos migratorios hacia Europa como la rebelión
en el norte de Malí y la yihad son consecuencias del fracaso
lamentable del desarrollo económico de África en el marco de la
mundialización capitalista; consecuencias que Europa no tiene la
voluntad ni el buen juicio de ver ni de comprender a través de todos
esos cuerpos errantes o sin vida ante sus puertas.
Hay
que terminar definitivamente con las relaciones totalmente
desequilibradas y esencialmente orientadas hacia los intereses de
Europa, de las finanzas y del comercio.
A
riesgo de ver nuestro mundo zozobrar.
El
naufragio sería entonces global.
Otra
colaboración franco-maliense y euro-africana se impone sobre la base
de un auténtico diálogo.
Aminata Dramane
Traoré
Nathalie
M’Dela-Mounier
(Bamako,
22 de abril de 2015)