Hace apenas unas semanas que el
Gobierno de Canarias ha vuelto (a través del minero mayor del reino, Domingo
Berriel), a insistir en que, en breve, "confía en convocar un nuevo
concurso para Tindaya". Después de robarnos más de 30 millones de euros
-que nunca recuperaremos- estos desaprensivos quieren seguir viviendo por
encima de nuestras posibilidades. La obra, es decir, el agujero, es
irrealizable y, no lo duden, ellos lo saben. Pero, aunque de puertas afuera
aseguren que el intento de agujerear la Montaña de Tindaya no costará un euro
público más, en los despachos institucionales y empresariales se vuelven a
frotar las manos. El faraonismo parece haber muerto en todos lados
menos en Canarias. Pero, incluso aquí, estos intentos megalómanos son los
últimos coletazos de un sistema corrupto en estado terminal. Los suspiros
postreros de un animal que muere matándonos.
Por si a estas alturas alguien
todavía no lo sabe, le informamos que el agujero imposible de Tindaya consiste
en un cubo de cincuenta metros de lado con dos aperturas en su techo para que
la luz del sol quede atrapado en su interior. En esencia, se trata de cobrar,
destruyendo y privatizando nuestra naturaleza, por ver lo que tenemos, todos
los días, ante nuestros ojos. En el siguiente vídeo, Jo Hammer nos regala un
minuto y cuarenta y cinco segundos de arte natural. El monumento ya existe, por
mucho que se empeñen en suplantarlo, los faraones, por un monstruo con derecho
de admisión.