Ocurrió hace dos semanas durante
la inauguración oficial de una exposición de canarios de los que vuelan. El
Presidente ultraperiférico fue poseído por algún ente paranormal, de ahí que no
encontremos explicación racional para su enternecedor discurso. En las redes
sociales se apuntan razones más prosaicas: ¡Este estaba fumado!; Paulino...
pásame un poco de eso; sin duda estaba asoliado; está bueno el
vino de este año ¿eh presi?; ¡ya sé quién me quitó los parches de
morfina!; todavía está bajo los efectos de la anestesia de su última
operación; y así cientos de comentarios colgados en la red en busca de una
respuesta cabal, una anónima muestra de la preocupación de los canarios que no
vuelan, por entender al presidente que guía sus destinos.
Paulino, en sus años de
presidencia, ha dado muestras más que suficientes de su amor a los animales.
Entendiendo que se trata de un asunto de máxima prioridad, el presidente no ha
dudado en agarrar el helicóptero y plantarse en ferias de ganado, en
exposiciones de perros bardinos, en sueltas de tortugas bobas, en apañadas de
cabras, en yuntas de burros majoreros, en actos de liberación de pardelas
desorientadas. Pero, que nos conste, en ninguno de esos actos llegó tan lejos
como en esta exposición de canarios de postura. Y es que hay veces que el
político no puede contener al ser humano que habitó algún día en sus entrañas y
una escena bucólica, como unos canarios de postura revoloteando en sus jaulas,
despierta algún recuerdo o algún trauma infantil, o termina desenredando algún
laberinto onírico atrapado en su subconsciente. Entonces los sentimientos se
desparraman, los ojos se enturbian y la oratoria fluye libre porque es el
corazón el que habla.
Paulino, en este discurso
inolvidable, dijo verdades como templos. Es posible que todo quede sintetizado
para la posteridad en la frase No hay nadie más sensible, más solidario, que
aquellas personas que están enamoradas y cuidan a los pajaritos. La
contundencia y musicalidad de la sentencia hace que su reverberación en
nuestros cerebros anule otras partes de la alocución. Pero a Paulino, como a
los clásicos, hay que leerlo o escucharlo varias veces y si tenemos paciencia
también hay que escucharlo al revés, como los discos de Led Zeppelin o de los Beatles
de los que nos juraban los colegas que escondían mensajes satánicos. Por eso
otros pasajes pueden quedar oscurecidos por el resplandor que transmiten el
amor y los pajaritos. No es justo, porque al final pueden pasar desapercibidos
contenidos esenciales para entender los fundamentos del nacionalismo canario
ultraperiférico, sobre todo porque sus aportaciones también son formales,
empleando unos recursos sintácticos que harían flipar a los evaluadores del
informe PISA. Como la parte en la que el Presidente, visiblemente emocionado,
explica: Me parece sumamente importante desde el punto de vista por lo que
significa una cultura, por lo que significa para nosotros como un elemento
identitario canario cuando ponemos en valor por ejemplo...el canario, una cosa
de las nuestras.
Todo esto y mucho más dijo
Paulino improvisando ante la atenta mirada del presidente del Cabildo
tinerfeño, del que no sabemos si se llevó el primer premio de la exposición,
porque si hubo algún canario que mantuvo la postura ante el enigmático discurso
del presidente -no sin grandes esfuerzos por no echarse unas risas- ese fue don
Ricardo Melchior, quien también es una cosa de las nuestras. Paulino, todo hay
que decirlo, está intentando llenar el enorme
vacío que le dejó Rita Martín, exconsejera islandesa de Turismo, como
improvisadora institucional; la misma que, en un acto de remodelación de la
casa de la saga Millares-Sall, se mandó un emotivo discurso sobre la
importancia de la sal en la dieta canaria porque nadie le advirtió que Sall era
un apellido.
No queda claro, no obstante, si
para ser solidario es necesario, al mismo tiempo, estar enamorado y cuidar los
pajaritos, o si solo cumpliendo uno de los requisitos podemos acceder al reino
de la justicia. La Parábola de Los Pajaritos debe de ser reinterpretada,
pulida, perfeccionada. Porque también es duro que, por descarte, alguien a
quien le guste los podencos y que la piba lo haya mandado a freír chuchangas no
tenga sitio en el mundo de los justos.