miércoles, 10 de julio de 2019

¿Por qué Tindaya no es Patrimonio de la Humanidad?



Fotografía de Juan Santana

La reciente declaración de Risco Caído, en las cumbres de Gran Canaria, como Patrimonio de la Humanidad, ha generado una resonancia mediática innegable. Televisiones, prensa y radios informaron de la declaración, las redes sociales rebotaron el éxito de la iniciativa con gran júbilo de la población de Canarias. Ha sido una noticia que ha concitado alegría casi unánime, algo extraño -y casi insólito- en un universo virtual tan dado a destapar nuestras miserias personales.

Nos unimos, sinceramente, a las felicitaciones. Risco Caído (en realidad una de sus cuevas) ha sido la abanderada de una zona, denominada Montañas Sagradas en su declaración, que abarca una enorme superficie de las cumbres de Gran Canaria. Su declaración como Patrimonio de la Humanidad incluye un total de 18.000 hectáreas, en un impresionante territorio que cuenta con centenas de yacimientos arqueológicos y que son imprescindibles para conocer el mundo de un pueblo que convirtió la isla en su país durante al menos 1500 años.

La declaración de la UNESCO es fruto de una tarea compleja que ha permitido conciliar, cosa también insólita por estos lares, el trabajo profesional y científico con la voluntad política de las instituciones canarias. Las consecuencias están por llegar, pero es obvio que el patrimonio canario -arqueológico, natural y etnográfico- ha salido reforzado y que, posiblemente, su protección, estudio y divulgación adquieran ahora una mejor y más intensa mirada institucional. Julio Cuenca, uno de sus (re)descubridores e impulsor para obtener la categoría ahora otorgada, sostiene que este reconocimiento es importante para nuestra autoestima como pueblo. Puede resultar grandilocuente pero, a nuestro juicio, no le falta razón.

Volvamos a las redes sociales. Muchas amistades (algunas reales y otras virtuales), a raíz de Risco Caído, han lanzado la siguiente pregunta: ¿Por qué Tindaya no es Patrimonio de la Humanidad? La respuesta es sencilla y amarga: la ignorancia es muy fea.

Todos los pueblos ancestrales poseen referencias orográficas que fueron construidas culturalmente como espacios diferenciados, vinculados a los cultos, a las dudas, a la persecución de respuestas y a la búsqueda de soluciones. A pesar de la permanente obstaculización institucional ya nadie duda de que la Montaña de Tindaya fue el principal lugar (aunque no el único) elegido por el pueblo maho para solicitar ayuda, para buscar intermediación, para apaciguar los desvelos, para dirimir conflictos, para ofrendar y demandar respuestas, y lluvias, y vida.

Sus valores naturales, etnográficos y arqueológicos han sido estudiados desde hace décadas. No los volveremos a repetir. La Coordinadora Montaña de Tindaya ha recopilado en un libro, Tindaya, el monumento ya existe, y en una excelente página web (www.salvartindaya.org) la mayoría de los estudios, artículos, noticias y opiniones científicas sobre este singular espacio. También, cómo no, ambas fuentes de documentos explican la oscura historia de la Montaña desde que las instituciones canarias decidieron que lo importante no era su legado sino un proyecto para sacarle su piedra y convertirla en un parque turístico y en una mina de corrupción.

Pero como la ignorancia es muy fea, y a tenor de algunos comentarios y preguntas lanzadas recientemente en las redes sociales, puntualizaremos y recordaremos algunas certezas que han impedido que Tindaya, a día de hoy, sea Patrimonio de la Humanidad.

Asombra que, a estas alturas de la película, algunas personas sigan repitiendo la matraquilla de que las personas que defienden la Montaña nunca dijeran nada hasta que llegó Chillida con su proyecto personal y megalómano. Desde 1984, diez años antes de que el artista llegara a la isla, hay noticias de las denuncias que colectivos ecologistas y profesionales de la arqueología y de otros ámbitos intelectuales realizaban ante las agresiones que las canteras estaban ocasionando en Tindaya. Así que, queridas criaturas desmemoriadas, hagan un esfuercito y entren en la hemeroteca de www.salvartindaya.org. Es un buen antídoto para dejar de repetir el consabido y falaz mantra.

Pero la Montaña de Tindaya no es Patrimonio de la Humanidad, a pesar de reunir con creces todos los requisitos exigidos, porque una parte importante de los partidos políticos de Canarias lo han impedido. En la anterior legislatura se presentaron sendas propuestas en el Cabildo de Fuerteventura y en el Parlamento de Canarias para iniciar los trámites que desembocaran en su declaración como Patrimonio de la Humanidad. El PSOE, el PP y CC lo impidieron con sus votos, en un gesto que vuelve a demostrar lo fea que es la ignorancia.

Para no aburrirles les recordamos dos vergonzosas anécdotas en el escaso recorrido que la ignorancia dejó al debate de la propuesta. La primera es que el Cabildo de Fuerteventura (con los tres partidos mencionados) votó en contra de la propuesta en el caso de Tindaya pero lo hizo a favor de la propuesta de la declaración de Risco Caído en apoyo al Cabildo de Gran Canaria. La segunda anécdota tuvo lugar en el debate del Parlamento de Canarias, donde Mario Cabrera replicó que estaría de acuerdo con la propuesta si se incluyese el proyecto de Chillida en la declaración. Vamos, que el hombre pretendía que la UNESCO modificara las condiciones para declarar un espacio como Patrimonio de la Humanidad incluyendo un proyecto no realizado como obra a proteger.

La declaración de Risco Caído abre una nueva puerta a la esperanza de que Tindaya sobreviva a la ignorancia. La batalla social hace tiempo que ha sido ganada a favor de proteger, estudiar y conocer los valores materiales e inmateriales de la Montaña. Ningún partido político de Fuerteventura incluyó la defensa del proyecto de Chillida en sus programas de las últimas elecciones. Miles de personas en Fuerteventura y en Canarias han exigido respeto a Tindaya y a nuestra historia. Las nuevas corporaciones -en el Cabildo y el Gobierno de Canarias- tienen la oportunidad de revertir definitivamente el abandono al que tienen sometido a ese trocito único de la humanidad. No es que nos fiemos mucho del andar de la perrita, pero esperamos que si el viento de la ignorancia les vuelve a murmullar, viren sus hocicos para Risco Caído. Lo mismo se les pega algo y hasta es posible que les aumente su autoestima.

jueves, 14 de marzo de 2019

Salarios de 700 euros en la Consejería de Educación


La República romana, en el siglo II a.C., diseñó un novedoso sistema para obtener fondos. Las conquistas militares iban ampliando su territorio y el cobro de impuestos en las nuevas provincias se privatizó. Las empresas privadas acudían a una subasta pública y los contratistas -los publicanos- que realizaban la puja más alta se hacían con el servicio de recaudación de impuestos. Todo el dinero que pudieran conseguir por encima del valor que habían pagado en la subasta se convertía en ganancias. Es fácil comprender que las poblaciones conquistadas eran sometidas, entre otros abusos, a una brutal extorsión. Cuanto más las exprimían con impuestos, mayores eran los beneficios de la compañía privada.

Dos mil años más tarde el sistema se ha perfeccionado. Los servicios públicos básicos están siendo desmantelados a través de  las externalizaciones (que los dioses nos protejan de los eufemismos). Ahora no son las empresas privadas las que pagan al Estado para hacerse con determinado servicio, son las instituciones las que pagan a las empresas para que gestionen el servicio. Se supone que las instituciones se ahorran algo de dinero porque la empresa cubre el servicio con menos coste que el que le generaba cuando el Estado lo gestionaba directamente.

Tampoco hay que ser muy perspicaz para comprender que cuando se privatiza un servicio público por menos dinero del que le costaba a la correspondiente institución sus consecuencias son evidentes: los beneficios de la empresa se obtienen con un deterioro del servicio y, sobre todo, gracias a la sobrexplotación de los trabajadores y trabajadoras.

La Consejería de Educación de Canarias comenzó la privatización  de algunos de sus servicios hace varios años. Tal circunstancia se va extendiendo desde los servicios de limpieza a los de conserjería, pasando por determinados servicios de atención al alumnado.

En el año 2016 la Consejería de Educación contrató a la empresa Aeromédica Canaria S.L. para “la prestación de los servicios necesarios para la atención a los alumnos con discapacidad intelectual, motora, visual, auditiva o con trastornos graves de conducta escolarizados en centros educativos dependientes de la Consejería de Educación y Universidades, (...) con la finalidad de facilitar la integración de ese alumnado en el sistema educativo ordinario” (BOC de 3 de mayo de 2016). La empresa fue contratada por la sustanciosa cantidad de aproximadamente 13 millones de euros, aunque en el anuncio publicado no se especifica la duración del contrato.

Se trata, pues, de trabajadoras cualificadas (las mujeres son mayoría abrumadora en este servicio de atención al alumnado) que han sido contratadas por una empresa privada que ha sido contratada por una institución pública. La mayoría de los contratos son de 25 horas semanales. La nómina tipo (las hay más bajas) es de 800 euros brutos que, realizados los pertinentes descuentos, se queda en 733 euros a percibir. Las cuentas son claras: esas trabajadoras están atendiendo al alumnado con necesidades especiales por 7 euros a la hora.

No es consuelo que determinados oficios en el sector privado estén peor remunerados y sometidos a pésimas condiciones. La Consejería de Educación de Canarias explota a una parte de sus trabajadoras al tiempo que una empresa privada se lucra con la explotación. ¿Podría la consejera, Soledad Monzón, vivir con 700 euros al mes?, ¿no les da vergüenza que el cuidado y la atención de nuestro alumnado más necesitado se base en el descuido, la desatención y la explotación de sus trabajadoras?

Una nómina ignominiosa
Y otra más ignominiosa