La multinacional Repsol
ha finalizado el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) sobre las
prospecciones petrolíferas en aguas de Canarias. Todavía, sin estar
publicado en el correspondiente BOE, la prensa canaria -en especial
La Provincia- ya ha tenido acceso a la información del Estudio y, en
cuestión de horas, ha editado dos noticias que solo ofrecen la
opinión de la compañía. Algunos minutos más tarde el resto de
medios de persuasión de masas -canarios y estatales- se apresuraron a
repetir el informe emitido por Repsol, resumido en estos dos
titulares: Repsol cree imposible que haya un derrame de crudo en
Canarias y Repsol descarta la presencia de especies protegidas en la
zona.
La prensa oficial -casi en su totalidad- está en nómina de Repsol, es decir, está vendida y amordazada. Nunca veremos, por ejemplo, un artículo levemente crítico a las actividades de Repsol en periódicos como El País. Al contrario, periódicos como este hicieron de la nacionalización de YPF en Argentina una cuestión de Estado. Son muchos los millones que les llegan a través de la propaganda de la compañía, cuando no tienen intereses entrecruzados en distintas empresas y entidades financieras. Así pues, no es de extrañar la celeridad con que los medios venden la actividad petrolífera como benigna: el éxito de la compañía es también su éxito.
Pero existen cosas sorprendentes en lo publicado por los medios de persuasión con respecto al EIA. El primero de los titulares, el que nos promete aguas limpias, no merece mucho comentario. Los ejemplos de derrames son tan numerosos y tan graves que solo un mentiroso patológico o un accionista de Repsol podría negarlo. Además, sería abundar en lo ya sabido: hace unos meses el diputado del PP, Manuel Fernández, lo explicó categóricamente: “Las posibilidades de un derrame en una plataforma es de una entre cien mil, y, en ese caso, las corrientes siempre se lo llevarían a la costa de África, nunca hacia las Islas; por tanto, riesgo cero para Canarias”. Pues eso, que se jodan esos africanos por no haberse situado en el lado bueno de las corrientes.
La prensa insiste en el comunicado (recordemos, emitido por Repsol y que ella repite cual cacatúa) que el Estudio ha costado más de cuatro millones de euros y que en él han intervenido prestigiosos especialistas, algunos de ellos pertenecientes a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Como si el poder de Repsol -que tiene en nómina no solo a gran parte de la prensa sino a gobiernos enteros- no tuviera la posibilidad de comprar informes a la carta para ejecutar cualquier tropelía que le cotizara en bolsa. Porque, y en eso Repsol no es una excepción, los EIAs son exactamente eso: documentos preceptivos que justifican cualquier tipo de disparate anti ambiental y social, firmados por eminentes científicos que le ponen precio a su dignidad. Los ejemplos también son abundantes. En el EIA para perforar la Montaña de Tindaya (que recordemos, es el espacio con mayor número de figuras de protección del Archipiélago) se asegura que el agujero de Chillida no solo no afectará negativamente a la Montaña sino que le será, misteriosamente, beneficioso. Así que las instituciones insulares no deberían poner el grito en el cielo por el resultado del EIA de Repsol: ellas llevan décadas haciendo lo mismo.
Cuando a un ciudadano con cierta conciencia ecológica le toca leer un EIA debe tener a mano infusiones calmantes, medicamentos contra la ansiedad y mucho sentido del humor. Hemos leído decenas de estos documentos pero recordaremos, aparte del de Tindaya, otros tres casos. Uno de ellos justificaba el trazado, todavía en espera, que afectaría al famoso eje Norte-Sur (una autovía totalmente innecesaria) desde La Caldereta hasta Puerto del Rosario. Esa nueva carretera en su paso por los Llanos de Guisguey va a afectar a una importante población de aves esteparias allí ubicadas, posiblemente mucho antes de la llegada del ser humano a la isla. El informe de aquel EIA reconocía la presencia de los animales pero nos informaba, por si no lo sabíamos, que las aves tienen la capacidad de volar y que, por lo tanto, se pueden ir a dar la lata a otro sitio.
El segundo EIA lo era sobre la intención de unos empresarios de abrir una cantera en Lajares. La cantera de extracción de áridos afectaba de lleno a la Zona de Especial Protección de Aves (ZEPA de Lajares). Esa ZEPA, como todas, antes de declararse como tal, debe venir avalada por estudios preliminares que justifiquen su declaración. La existencia de avutardas, gangas, alcaravanes, engañamuchachos y otras especies estaban documentadas año por año con cientos de avistamientos. El EIA reconocía los informes pero los ponía en duda porque, aseguraban los biólogos que la firmaron, ellos habían ido tres veces y no habían visto ninguna avutarda y les había parecido haber escuchado la llamada de una, pero muy, muy lejos.
El tercer caso tuvo que ver con el primer intento (ahora reiniciado) de instalar más de trescientas torretas, de más de cincuenta metros de altura, para un tendido eléctrico que abrirá, como una jarea, Fuerteventura de punta a punta. Los biólogos en esa ocasión, para negar su negativo impacto visual, incorporaron una fotografía de una torreta de las actualmente existentes. El pie de foto ponía lo siguiente: "Como se puede observar, la instalación no tiene ningún efecto negativo sobre el paisaje, salvo que el observador tenga una actitud subjetiva que condicione su visión".
Contamos todo esto porque, según lo publicado por los media de Repsol, en este océano que nos baña hay de todo menos vida. A pesar de los cuatro millones invertidos en el EIA, de los meses de observaciones y de la colaboración de eminencias universitarias, solo se pudieron avistar, en la zona afectada, a "un tiburón quelvacho, tres ejemplares de merluza canaria, un cangrejo ermitaño, dos corales aislados de menos de 20 centímetros cada uno y diversas esponjas, pero en unos niveles de densidad mínima". ¡Y que todavía haya simplones que a esta zona la sigan denominando banco pesquero canario - sahariano!
Este EIA hiere la sensibilidad. No tanto por las mentiras como por los resultados. Vale, el tiburón puede buscar una tiburona a unos cuantos kilómetros de distancia; las merluzas pueden montarse hasta un trío; los corales son casi de piedra y algunas especies de esponjas son asexuadas, pero ¿qué va a pasar con el único cangrejo ermitaño que habita en los más de seis mil kilómetros cuadrados que ocupa el área a explotar?, ¿fue su celibato una opción personal? Al menos nos queda el consuelo de que, jamás de los jamases, una mancha de piche oscurecerá su vida de anacoreta. Palabra de biólogo, a sueldo de Repsol.