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domingo, 3 de marzo de 2013

¡Estás bonito, Casimiro!


En una reciente reunión del Patronato de Espacios Naturales de La Gomera, el presidente del Cabildo (quien también preside el Patronato) perdió los papeles. El representante del colectivo ecologista Tagaragunche, Rubén Martínez Carmona, le solicitó información oficial sobre varios aspectos relacionados con el incendio que asoló La Gomera durante el último verano. Además de negarle la información, Casimiro se despachó entre exabruptos, ofensas y amenazas contando, eso sí, con el silencio temeroso del resto de los asistentes a la reunión. A Casimiro no hay quien le lleve la contraria y controla la isla como un señor feudal. Dispone y reparte prebendas, escribe homilías en la prensa que versan sobre su ombligo y asume poderes plenipotenciarios que convierten a la democracia representativa en un juego de rol: ustedes votan, yo mando. Por todas estas cualidades, por su innegable carisma y su carácter benefactor, a Casimiro le conocen en La Gomera -acólitos y críticos- como Papi. Es, su figura política, una suerte de híbrido entre Jesús Gil y José Luis Baltar, el autodenominado cacique bueno gallego. Y coincide con ellos en algo más que en su (indi) gestión política. Comparte los malos modos, la soberbia, las imputaciones judiciales y el aumento desproporcionado de sus patrimonios personales.

No contento Casimiro con el espectáculo que dio en la reunión del Patronato, emitió un comunicado fiel a su personalidad política: falaz, difamatorio, capcioso. El comunicado empezaba pidiendo disculpas, por si he ofendido, para, acto seguido... seguir ofendiendo. Cuestiona, el cacique bueno y nuestro, el posicionamiento ético del representante ecologista en su vida personal y profesional. Hasta ahí llega la bajeza moral de un personaje, caricatura de sí mismo. Pero también es un signo inequívoco de que este hombre no ha entendido lo que significa democracia, siendo capaz de -en su calidad de presidente del Cabildo- emitir un comunicado difamador contra una persona que simplemente le ha solicitado información. Insiste, Casimiro, en que Rubén va en contra de todo lo que no sea su doctrina.

Rubén es profesor, un excelente profesor que lleva ejerciendo la docencia durante más de veinte años en la isla de La Gomera. Rubén imparte clases de Geografía y de Historia y probablemente tiene el récord canario de alumnos y alumnas que, gracias a su influencia como profesor, han decidido cursar estudios superiores en esas materias, tan desprestigiadas por los medios y el poder. Pero, más que mencionar sus virtudes, sería conveniente centrarse en lo que no es, en lo que no hace.

Por ejemplo, Rubén, que se sepa, nunca ha sido detenido en un prostíbulo, ni en Madrid, ni en ningún sitio, como le sucedió a Casimiro siendo senador del Reino. Su doctrina -es decir, sus principios- le impide comercializar con el cuerpo femenino, tratar a la mujer como un objeto sexual, contratar un servicio ilegal para colmar sus impulsos genitales. Debe ser porque, además de principios, tiene cerebro y en su cerebro no habita la desconsideración permanente hacia las mujeres que suelen ejercer los hombres que pagan por consumir carne femenina, como si compraran carne en la carnicería.

Rubén, que se sepa, no está imputado ni está siendo investigado por varios delitos, como Casimiro. Debe ser que su doctrina le impide mezclarse en asuntos ilegales, aprovecharse de su condición de autoridad pública, pensar que está por encima del bien y el mal. Es más, seguro que sabe que hay cosas que están bien y cosas que están mal, algo que debe desconocer Casimiro a tenor de tantas causas que tiene abiertas en los juzgados.

Rubén, que se sepa, nunca ha detenido a nadie en contra de su voluntad, como hizo Casimiro siendo alcalde de la Villa de San Sebastián, delito por el que fue condenado. En su doctrina, al contrario que en la de Casimiro, no cabe privarle, nada más ni nada menos, la libertad a un ser humano. En aquel momento, en los inicios de su fulgurante carrera en la política corrupta, Casimiro ya dejaba salir a pasear, de cuando en cuando, al sheriff que ya le parasitaba en su interior.

Rubén, que se sepa, no ha engordado su patrimonio personal como si fabricara el dinero y los inmuebles en las cloacas de una institución. Aquí ya no es tanto un asunto de doctrina, aunque bien pudiera, porque, aunque le cueste entenderlo a Casimiro con sus ojos de Tío Gilito, hay personas que no necesitan acumular bienes, ni hacer ostentación permanente de la desigualdad que encumbren, ni  se dejan arrastrar por la codicia que estimula el poder. Aquí, el asunto es que con un sueldo de profesor difícilmente se pueden acumular siete viviendas repartidas en La Gomera, en Tenerife y en Madrid, nueve garajes, cuatro locales comerciales. Difícilmente puede adquirir 12.999 participaciones, valoradas en 485.394 euros, en Lameros del Barranco SL, una sociedad mercantil propietaria de unos terrenos urbanizables situados en el plan parcial del mismo nombre, en la villa de San Sebastián de La Gomera. Tampoco, que se sepa, Rubén ha recibido 96.450 euros en imposiciones bancarias en efectivo no justificadas. Cosa que Casimiro, gracias a su doctrina, ha logrado con su solo sueldo de animal político, aumentando el valor de su patrimonio en trece años desde los 364.000 euros a los más de dos millones, según consta en el informe de la Unidad de Delitos Urbanísticos de Santa Cruz de Tenerife.

En fin, que, como hemos visto, está bonito Casimiro para dar lecciones de ética. Rubén no es el primero de los damnificados por los modos dictatoriales del virrey de La Gomera, pero sí el último, de momento. Vaya por delante nuestra solidaridad con Rubén y con cualquier persona que sufre la persecución y la difamación por ejercer la crítica democrática hacia el poder. Habrá que armarse de doctrina y de paciencia porque  a cada heredero ideológico de Hernán Peraza le llegará su hora, y a cada cochino, su san Martín.

domingo, 1 de enero de 2012

Una horita más de inmoralidad

Este anuncio publicitario nos genera muchas preguntas: ¿Subvenciona la Coca Cola al Cabildo de la Gomera o viceversa? ¿cuál de las dos corporaciones tiene más poder sobre el territorio que domina? ¿sabe la Coca Cola dónde se mete?, ¿el almogrote también tiene fórmula secreta?, ¿la idea se le ocurrió al excelentísimo Casimiro relajándose en una sauna?, ¿no sería mejor un anuncio de mistela? Dos cosas son seguras, que ni esos tres que están dentro de la botella son de Taguluche ni esas espaldas han sufrido el caciquismo como lo han sufrido y sufren los gomeros.

El anuncio es realmente una incógnita, sobre todo por su ubicación. El maridaje entre ambos poderes fácticos cobraría algún sentido si la valla publicitaria estuviera, pongamos por caso, enfrente de un prostíbulo o de una comisaría de Madrid. Allí el eslogan del anuncio sería entendido en su plenitud, es decir, afectando a la inconsciencia, que es el lugar donde la publicidad nos hace mella como una amanecida tras una noche de farra hace mella en la consciencia. Uno sale agotado de un masaje saunístico o mosqueado por no ser reconocido por las fuerzas represivas del Estado, se tropieza con el cartel y coge el primer avión que enlace con el Benchijigua para disfrutar de una horita más de felicidad. Pero no, la valla está plantada en la misma Gomera, donde la carretera inicia la ascensión hacia esas cumbres brumosas.

Hace algún tiempo la Coca Cola era identificada, por la izquierda, como la marca del imperio. Dentro de cada botella había un espía de la CIA, pero desde que inventaron la Light perdió toda la credibilidad imperial. La marca se ha ido adaptando a los nuevos tiempos y hoy venden solidaridad entre sus burbujas. Su éxito se ha basado en tres criterios empresariales: ser la empresa que más dinero ha invertido en la historia en publicidad, ir de la mano de poderosos aliados políticos ( en EEUU subvenciona las campañas electorales de los dos partidos) y carecer de códigos éticos de buena conducta. Quizás esos criterios expliquen la asombrosa valla de la fotografía y respondan las preguntas.