miércoles, 1 de agosto de 2012

Cuidado con los bulos


Corren por la red varios artículos críticos sobre el número de personas dedicadas a la política en el Estado español. Los artículos pretenden desmontar las cifras que circulan, también por la red, y que computan en más de cuatrocientos mil los cargos políticos. Quizás el artículo que más ha circulado en el ámbito canario ha sido el de Enrique Bethencourt, publicado en su blog La Tiradera y titulado 445.568 políticos y tres piedras. No es la de este periodista la única crítica sobre la cifra y su divulgación, pero prácticamente hay unanimidad en los argumentos: que la cifra es errónea, malintencionada, que su utilización es demagógica, que busca el descrédito de la actividad política y que por la red se difunden muchos bulos a los que la ignorancia le otorga verosimilitud.

El origen de la cifra maldita es un estudio publicado por el periódico digital El Aguijón basado en supuestas informaciones institucionales. Enrique Bethencourt y otros críticos hacen hincapié, acertadamente, en que las cifras no cuadran, como las que computan en 650 los cargos políticos en el Congreso y en el Senado cuando, en realidad, la cifra exacta es de 616. Otros apartados del estudio también parecen desmesurados. Pero los críticos como Bethencourt caen en el mismo error que el artículo que critican: no hacen bien las cuentas. Y no las hacen porque parten de un error de bulto, el de considerar exclusivamente como cargos políticos los cargos electos, error derivado a su vez de una concepción de la política hipermétrope, ese que considera que la política es la que se ejerce en las instituciones.

Volvamos a las cifras. Bethencourt extrapola los datos a la comunidad canaria y, basándose en un cálculo matemático en función del porcentaje de población, sostiene que el estudio concedería a Canarias unos 20.050 políticos cuando, según sus cuentas, son solo 1.675, total de la suma de parlamentarios, consejeros de Cabildos y concejales. Vaya. Según Bethencourt las Viceconsejerías o las Direcciones Generales no están ocupadas por cargos políticos y en sus críticos cálculos ni siquiera serían cargos políticos algunos miembros del propio Gobierno de Canarias que no son diputados y que han sido designados. Él mismo, que fue director general de Relaciones Informativas (sí, existe —o existió— una Dirección General de eso), no habría ejercido ese cargo como político. Imaginamos, por tanto, ya que se trata de un puesto de trabajo en la Administración, que se realizó una convocatoria pública a la que se pudieron presentar todos los profesionales del periodismo que quisieron y que fue su currículo profesional -y no la ideología ni la amistad- el que le reportó tan prestigioso cargo.

Si se siguen los cálculos de Bethencourt toda la Consejería de Educación, Universidades y Sostenibilidad, por poner un ejemplo, estaría gestionada por un solo político, su Consejero (y porque en este caso es también diputado autonómico), entonces ¿quiénes están al frente de la Viceconsejería de Educación, de las dos Direcciones Territoriales, de las cinco Direcciones Generales, de la Inspección, del Instituto canario de Evaluación y Calidad Educativa y de las siete Oficinas Insulares del organigrama educativo institucional canario?;  ¿qué criterios se utilizan para designar la cantidad de asesores que acompañan a cada uno de esos cargos que Bethencourt borra del mapa político?;  ¿cuántos son? Sin contar a estos últimos, pasaríamos de un cargo político a  diecisiete en una sola Viceconsejería; los contracálculos no cuadran. ¿Qué son, en definitiva, los veinticinco puestos de confianza contratados por el Cabildo Insular de Fuerteventura durante esta legislatura?, ¿se han elegido tras un libre proceso selectivo?, ¿no pesa la militancia política, el nepotismo y el clientelismo?, ¿son necesarios?

No sabemos si son 20.050 los cargos políticos (incluyendo tanto a los electos como a los designados) que pululan por el universo institucional canario pero desde luego no son, ni de lejos, los 1.675 que certifica el periodista. Tampoco sabemos si son más de 400.000 los que viven de la política institucional en el Estado. No sabemos cuántos sobran porque ni siquiera podemos saber cuántos son. Aunque parezca increíble, es imposible cuantificarlos porque esta democracia adolece de transparencia, que es tanto como decir que adolece de democracia. Es cierto: por la red recorren muchos bulos y mucha demagogia. Tengan cuidado, porque a veces vienen camuflados de informaciones veraces.

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