Cuando se están
escribiendo estas palabras un ciudadano uruguayo, llamado José Morales Brum,
está detenido en alguna comisaria de Tenerife. Tal vez; porque también es
posible que José esté volando ya de vuelta a su país de origen en un viaje
organizado por el Gobierno de España. Si así fuese, lo estarían deportando.
José Morales tenía
en su contra tres agravantes: es comunista, inmigrante y activista. Pero en
realidad a José lo deportan por ser inmigrante y no tener la boca cerrada, como
se supone que debe ejercer un buen inmigrante que se quiera integrar en nuestra
sociedad. Si fuese de aquí lo podrían moler a palos, acusarlo de resistencia a
la autoridad, detenerlo injustificadamente y salir del calabozo con la cara
partida, como le pasó a nuestro paisano Alberto Rodríguez en la capital
tinerfeña cuando intentaba llegar a la manifestación de la gente indignada el
12M. Pero a Alberto no lo pudieron deportar, aunque ganas no les faltaría.
José Morales vivía
desde hace algunos años en Lanzarote y en vez de dejar la conciencia en su país
de origen se la trajo consigo. En julio de 2011 había participado en una
concentración en Arrecife en apoyo al pueblo saharaui. Allí un policía
infiltrado se dedicaba a sacar fotografías a los asistentes. Cuando José,
cámara en mano, empezó a sacarle fotos al policía de paisano, este se la
arrebató. Se originó un tumulto y el policía sacó su arma. Según la denuncia
policial -que le acarreó a José su primer expediente de expulsión- el activista
provocó con su actitud graves alteraciones que pusieron en grave peligro la
seguridad de los dos agentes infiltrados en la concentración. José, por ser
uruguayo, desconocía que aquí una cámara que apunta tiene más peligro que una
pistola que apunta.
José, además, es
reincidente y, lejos de acostumbrarse a nuestras costumbres, acudió el 10 de
febrero de este año a una concentración espontánea ante la sede del PP en
Arrecife. Allí el ministro Soria, máximo valedor de que Repsol pueda explotar
los yacimientos petrolíferos de las aguas canarias, fue increpado por la
multitud. La policía denunció a siete personas. A seis -no inmigrantes- se les
sancionó con 300 euros; a José con 400 y nuevo expediente de expulsión.
Ayer José fue a firmar
el trámite burocrático al que le obligaba su expediente sancionador. Fue
detenido, se le permitió que alguien le hiciera llegar sus pertenencias y se le
comunicó que lo iban a deportar. Durante cinco años, si el recurso presentado
por su abogado en el Tribunal de Estrasburgo no prospera, no podrá pisar ni el
suelo canario, ni el español, ni ningún suelo de la Europa de las libertades.
Lo mismo José ya está en Uruguay, tomándose un mate "Canarias", más
amargo que nunca. Lo mismo está en Montevideo, la ciudad fundada hace casi tres
siglos por unas familias emigrantes de Canarias.
Todo está impregnado del más repugnante "fascismoneofranquistaliberal"... Da asco.
ResponderEliminarSalud!
Giraldez, escribe algo sobre La Muda por favor, el miércoles un juez decretó la paralización de las obras pero las máquinas siguen trabajando y allí solo se han personado un pequeño grupo de vecinos a tratar de hacer cumplir la ley, el ayuntamiento nos ignora y encima la Provincia saca titulares diciendo cosas tan absurdas -aunque quizas, por desgracia, ciertas-como que esto es un "pulso" entre Marcial Morales y Mario Cabrera, ¿pero es que las montañas son acaso de los políticos? ¡no, son del pueblo! ¿ahora que? ¿Mario Cabrera se vengará de M. Morales, oriundo de Villaverde, cargándose Escanfraga? ¡que resuelvan sus diferencias en sus reuniones, cenas y tenderetes y dején quietas nuestras montañas! ¡y que los periodistas no insulten nuestra inteligencia pensando que ciuando nos manifestamos por algo lo hacemos siguiendo los dictados de tal o cual politiquillo! La destrucción de la Muda es una verguenza y una desgracia para toda nuestra isla,es el segundo pico más alto de la isla y desde allí se puede contemplar una de las panorámicas más bellas de Fuerteventura. ¡no permitamos su destrucción!
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