Estos hombres dan pena. Sus poses denotan rigidez y una evidente inquietud tensiona sus rostros. No es para menos. Se encuentran en una rueda de prensa bastante concurrida. Lo atestiguan esos micrófonos que apuntan como un pelotón al hombre del traje gris. De ahí la postura del hombre del traje oscuro que se inclina levemente fuera del alcance de los micros, no vaya a ser. Pero una rueda de prensa no justifica esa tensión, máxime cuando el hombre apuntado es un político, miembro de una casta adicta a la trascendencia mediática. A cualquiera de nosotros nos apuntan con nueve micrófonos y nos puede dar un síncope pero a ellos se les estimulan las endorfinas. Tampoco el escenario parece ser especialmente pavoroso. Un cartel gubernamental autóctono y una bandera española, toda una composición iconográfica del nacionalismo institucional de aquí. Si queda descartado el miedo escénico, ¿a qué vienen entonces esas caras yertas bordeando la agonía?
Esta rueda de prensa tiene lugar un día después de que se hiciesen públicos los resultados del informe PISA, ese donde unos tecnócratas europeos ponen a parir, con datos, nuestra ultraperificidad educativa. El hombre del traje gris es el viceconsejero del ramo; el otro es, con perdón del oxímoron, el jefe de la policía educativa porque, según reza en su cargo de libre designación, es el inspector general de la educación canaria. Y, claro, un sector en estado de alarma requiere de su jerarquía. Lo que se disponen a hacer es una operación extremadamente arriesgada y compleja. Los periodistas, el público y hasta los micros saben la verdad y ellos deben decir lo contrario pero sin que se note demasiado. La verdad es que los europeos han concluido que, por mucho que el general de los inspectores se arrime a la bandera, nuestra escuela no aprueba ni los recreos. Y miren que llevamos años diciéndoselos, pero hasta que no han sido ellos, los que les mandan las perras para puertos y autopistas, los que los suspenden, no se han apurado ni han puesto esas caritas.
Esta rueda de prensa tiene lugar un día después de que se hiciesen públicos los resultados del informe PISA, ese donde unos tecnócratas europeos ponen a parir, con datos, nuestra ultraperificidad educativa. El hombre del traje gris es el viceconsejero del ramo; el otro es, con perdón del oxímoron, el jefe de la policía educativa porque, según reza en su cargo de libre designación, es el inspector general de la educación canaria. Y, claro, un sector en estado de alarma requiere de su jerarquía. Lo que se disponen a hacer es una operación extremadamente arriesgada y compleja. Los periodistas, el público y hasta los micros saben la verdad y ellos deben decir lo contrario pero sin que se note demasiado. La verdad es que los europeos han concluido que, por mucho que el general de los inspectores se arrime a la bandera, nuestra escuela no aprueba ni los recreos. Y miren que llevamos años diciéndoselos, pero hasta que no han sido ellos, los que les mandan las perras para puertos y autopistas, los que los suspenden, no se han apurado ni han puesto esas caritas.
Hay que reconocer que juega en contra de sus ojeras una noche en vela preparando la rueda de prensa para desmentir los resultados del informe. Por eso el viceconsejero envió durante la comparecencia mensajes encriptados. El hombre explicó, ante los atónitos micros, que "desde el punto de vista técnico se distingue una lectura ordinal del informe, cuyo resultado en puntuaciones es poco significativo y otra lectura cardinal del informe sobre qué países se sitúan arriba". Aquí nos desarmó. Según el informe nuestra juventud tiene serias dificultades para leer y este hombre lee ordinal y cardinalmente y, si nos descuidamos, lee haciendo el pino. En otro pasaje de su intervención el subconsciente le traicionó y en una enrevesada asociación de ideas, viendo aquellos micros erguidos que lo apuntaban, dijo que Canarias estaba, educativamente hablando, en el pelotón. De eso no hay duda, a un suspiro del tiro de gracia.
Pero el momento sublime del hombre que lee ordinal y cardinalmente tuvo lugar cuando se le cuestionó por la diferencia entre Canarias y otras comunidades del estado español. Ahí el viceconsejero se plantó y, flanqueado por el general y su bandera, sentenció que no hay nada que comparar, que no se puede comparar, que de nada sirve comparar. Qué raro. Usted coge el susodicho informe y todo son comparaciones; la versión española contiene más de 80 gráficas comparativas y en todas, sin remedio, Canarias está en la cola y no ve, ni de lejos, el pelotón. Es para cabrearse pero no digan que estos hombres no dan pena.
Pena me da el incierto futuro de nuestros hijos y rabia por no haber sido capaces de hacer desaparecer del escenario político a hombrecillos como éstos.
ResponderEliminarAbrazo.
Patamocha.
En definitiva, mientras tanto andan estando en otras cosas, que nada tienen que ver con la formación y la educación desde Canarias... Es increíble lo de nuestro ámbito educativo, y cada curso que pasa mucho peor; y más increíble que no pase nada, que no estalle nada, que no se produzca una explosión general de los actores que estamos en ella...
ResponderEliminarAlgo grave pero silencioso debe estar pasando...