Aquí tenemos al bueno de
César Manrique denunciando, imaginamos que con su vehemencia
habitual, un atentado al paisaje de Lanzarote. Cuando poca gente
percibía lo que se avecinaba César señalaba, indignado, los
desastres medioambientales. La foto tiene una purriada de años; más
de cuarenta. Parece que el dedo del artista apuntaba a unas torres de
alta tensión, aunque realmente apuntaba a una clase política rendida
a los pies de sus amos. Pero sus ojos nos miran a nosotros. Mano y
ojos van en diferente dirección y, sin embargo, preguntan lo mismo:
¿Cómo permitimos que esto ocurra?
Varias décadas después
los mismos actores políticos cometen el mismo atentado al paisaje de
Fuerteventura. Red Eléctrica de España está destrozando la isla
en toda su extensión. Hace cinco años este blog denunciaba la
salvajada que se iba a cometer (Fuerteventura: Reserva de Red
Eléctrica); hace ocho meses insistíamos (Fuerteventura...¿Te
queremos bonita?). Durante ese prolongado tiempo un grupo reducido de
personas ha hecho todo lo humanamente posible por impedir el
atentado. Como sospechábamos desde el principio, la mafia de Red
Eléctrica Española había encontrado estrecha colaboración en el
Cabildo de Fuerteventura y en el Gobierno de Canarias. El Cabildo se
quejó con la boca chica y no se opuso con la firmeza que se
precisaba para defender a Fuerteventura; el Gobierno declaró de
interés general para Canarias la instalación de más de 300
torretas de 50 metros de altura en esta isla.
Esta es la cruda
realidad. Es posible que en las últimas semanas a usted le hayan
llegado noticias de las quejas del Cabildo de Fuerteventura ante esta
barbaridad. Es solo un reflejo demagógico de última hora ante la
evidencia constatable de la instalación de las torretas: donde usted
antes admiraba belleza ahora observa vergüenza de 132 kilovoltios.
Así que han activado a su gabinete de prensa para difundir la
mentira de su oposición a un proyecto aprobado por CC y el PSOE. Y
es posible que todavía haya algún incauto que los crea, o algún
estómago agradecido deudor, o algún totorota que sigue creyendo que
los ecologistas esos están siempre en contra del progreso. Pero
ahora, que hemos pasado del dibujo futurista a la dura realidad, es
muy difícil que cualquier persona con dos dedos de frente los crea.
Si usted lo hace, sea bienvenido al mundo de los singuangos.
Desde la Luz de
Mafasca, Fuerteventura no había sido sobrecogida por un misterio
similar: nadie quería las trescientas torretas pero, de repente, van
brotando, en una lucha desigual, contra el horizonte majorero. Y
todos los indicios apuntan a que la culpa es de Gran Canaria o de
Tenerife, ya saben, esas perversas islas cuyo único objetivo de su
existencia es joder a las demás. No se rían. Ese es el argumento
que acabamos de leer en el último (y lamentable) artículo escrito
por el anterior presidente del Cabildo, Mario Cabrera o, en su
defecto, por su fiel escudero. En el artículo, titulado Canarias
desmontable, Mario Cabrera escribe lo siguiente:
“¿Saben
ustedes que Red Eléctrica está sembrando Fuerteventura de grandes
torres eléctricas en contra de la opinión de todas las
instituciones majoreras? ¿En Gran Canaria sí se asume la decisión
de las instituciones sobre la regasificadora, pero los majoreros
tenemos que convivir con las grandes eléctricas campando a sus
anchas por tableros y gavias?”
Hay
que tener los amperios muy grandes y bien puestos para escribir
semejante y bochornoso infundio. Este hombre o piensa que todos somos
tontos o es un inepto.Tampoco debemos descartar ambas ideas: que a su
ineptitud se le sume la creencia (tras tantos años de halagos
ejercidos por sus rastreras camarillas) de que puede insultar
impunemente a la inteligencia colectiva. Porque, a ver si nos
entendemos: un alcalde de un pequeño municipio (ahora presidente
del Cabildo de Gran Canaria), perteneciente a un pequeño partido
municipal, se planta ante el Gobierno de Canarias y logra que en su
municipio no se instale una regasificadora; en cambio Mario Cabrera
(que según él se oponía a la instalación del nuevo tendido),
siendo presidente del Cabildo durante dos legislaturas y
perteneciendo al mismo partido que gobierna Canarias desde hace
lustros no logra paralizar un proyecto innecesario y nefasto para
Fuerteventura. A eso, en mi pueblo, se le llama ser un machango, un
flojo, un vendido; en fin, lo que viene siendo un inepto en su
acepción más precisa.
El
caso es que, lloradas insularistas y complejos de inferioridad
aparte, las trescientas torretas, con su precioso cableado, ya está
aquí. Como denunciamos en los anteriores artículos esto se lo
debemos a los amos (el poder económico) y a sus lacayos (el poder
político). Pero antes de que se instalaran las torres una parte
importante de la ciudadanía podía mirar hacia otro lado; ahora es
imposible porque, mires donde mires, verás el imponente exceso de
esa basura metálica. Y lo más doloroso es, quizás, que la pregunta
de César Manrique sigue vigente y sin respuesta cuarenta años
después: ¿Cómo hemos permitido que esto ocurra?
Completamente de acuerdo
ResponderEliminar