Cierran el Canal Nou, la televisión pública valenciana, y a sus trabajadores, que durante años han formado parte de su entramado manipulador, les entra una crisis de conciencia. Ahora que pierden sus puestos de trabajo denuncian lo que otras personas, colectivos y partidos venían denunciando desde hace tiempo. Un tiempo en el que permanecieron callados como erizos, dejando su dignidad de lado y su profesionalidad (y su profesión) a la altura de los ñoños y más abajo. Sí, es cierto, han pedido perdón públicamente, pero ese gesto solo ha sido motivado por el cierre de la empresa a la que le dedicaron lealtad por encima de los principios elementales del periodismo. Fueron lacayos y, sirva la comparación jurídica, conformaron la cooperación necesaria para que la manipulación pudiera producirse. No se pedían héroes ni modernos quijotes, simplemente que no traicionaran a su profesión: algo tan sencillo -y tan complejo- como no mentir, no ocultar la verdad, no censurar. Informar. Pero se dedicaron a desvestir la realidad y a ser la voz de su amo sin sentir la vergüenza de hacer justo lo contrario de lo que debieran. Y a los que sentían vergüenza transitoria el apuro se les curaba a base de nominazos.
Es posible que el Canal Nou llegara a niveles insufribles de manipulación mediática. Hasta en la deshonra hay jerarquías. Pero la Televisión Canaria podría echarle un pulso a su colega valenciana sin problema ninguno. Su director, Willy García, ha convertido un servicio público en un producto basura: la visión de algunos programas provocan náuseas y, en algunos casos, ganas de pedir asilo político en las Islas Salvajes. Si lo que se retrata en programas como La Gala o Viva la fiesta es parte de la idiosincrasia de este pueblo, larga y oscura es la travesía que nos queda por recorrer. Pero estamos convencidos de que, al igual que no nos sentimos representados por la mediocre clase política canaria, su televisión zafia, hortera y rastrera tampoco representa la realidad canaria por mucho fútbol, romería y baifo aromatizado con gofio de cinco cereales que nos metan por los ojos. Si este instrumento es, como sostienen, el eje vertebrador de este archipiélago estamos más empenados que una rueda de bicicleta sin radios.
Con todo, lo peor no es lo que sale, sino lo que ocultan. La joya de la corona, la esencia de la canariedad ultraperiférica, la emiten sus informativos. Paulino Rivero aparece y reaparece, entre noticias absurdas de sucesos, en los actos más inverosímiles e insustanciales. Ese hombre, si creemos las informaciones, no tiene vida. O tiene varias. O tiene dobles que lo sustituyen en las escenas peligrosas, bien arando con un burro majorero, bien peregrinando a todas las Vírgenes insulares, bien corriendo tantas medias maratones. Sí, de acuerdo, es el presidente del Gobierno, pero no deja de ser una de los dos millones de personas que habitan en esta tierra única. ¿Dónde están las casi cuatrocientas mil personas paradas?, ¿dónde las noticias sobre los recortes de los servicios sociales de Canarias?, ¿dónde la oposición al Puerto de Granadilla, a las regasificadoras, al agujero de Tindaya?, ¿dónde se ocultan las personas que el Gobierno de Canarias ha dejado sin atención sanitaria?, ¿dónde están las decenas de casos de corrupción de los partidos gobernantes de Canarias?, ¿dónde está Zerolo?, ¿dónde la imputación de Claudina Morales, Domingo González y toda la corporación de La Oliva?, ¿cómo sobreviven las cientos de familias sin ingresos ni ayudas institucionales?, ¿qué ha pasado con los miles de jóvenes que han sido expulsados del sistema educativo canario por falta de recursos, de becas, de oferta educativa?, ¿qué sucede con la represión policial en los barrios marginados?, ¿dónde están las voces críticas, los profesionales independientes, las minorías políticas, las alternativas sociales?
Pues eso. El día que amenacen con su cierre y con despedidos, los trabajadores de la Televisión Canaria lo mismo se recuperan de la amnesia informativa que ellos mismos provocan con su profesional silencio. Y lo mismo se sienten huérfanos de solidaridad, como huérfano se siente este pueblo de una televisión que no manipule ni que oculte la información a la que tenemos derecho.
"Periodismo libre", "periodismo objetivo" o "periodismo independiente" son ejemplos claros de lo que significa la palabra oxímoron.
ResponderEliminarSalud!
Parezca que desea usted que eso ocurra. Lastima.
ResponderEliminarEn absoluto. Lo que deseo, en cualquier caso, es que la Televisión Canaria cumpla su cometido de servicio público, sin manipulaciones ni censuras. A ese medio van destinadas ingentes cantidades de dinero público, es decir, suyo, mío y de todos. Y sus gestores, con el consentimiento de la mayoría de los trabajadores, la dedican a ser el altavoz mediático del Gobierno y a llenar la parrilla de programas de nefasta calidad.
EliminarUn saludo.
La expresión que más me ha gustado del artículo es la de "su televisión zafia, hortera y rastrera tampoco representa la realidad canaria por mucho fútbol, romería y baifo aromatizado con gofio de cinco cereales que nos metan por los ojos"... Por cierto... Hace poco leí "El médico de los corderos". Lo disfruté bastante.
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