viernes, 9 de noviembre de 2012

Ave, César, Maxorata te saluda


Desde hace veinte años aproximadamente un grupo de arqueólogos y profesores universitarios -conocidos informalmente como el movimiento zanatista- se ha empeñado en demostrar que la prehistoria canaria tiene su explicación en las culturas mediterráneas, principalmente fenicias, púnicas y romanas. Según sus hipótesis, la primera colonización de este archipiélago vendría dada por un desembarco de poblaciones norteafricanas traídas con una finalidad económica: la explotación de los recursos insulares en beneficio de aquellas culturas mediterráneas. De esta forma no solo el poblamiento inicial sino su organización social posterior vendría marcado por su vínculo con las culturas de la cuenca mediterránea y, por lo tanto, europeas. La hipótesis, por antonomasia, tiene la validez que tienen todas las hipótesis pero su refrendo solo lo puede aportar la demostración.

En estos veinte años el grupo zanatista ha buscado y rebuscado evidencias que pudieran demostrar sus hipótesis. Han contado para ello con el favor institucional que, traducido en canario, significa dinero. Desde la presentación al mundo de su acto fundacional -la denominada piedra zanata, una piedra descontextualizada de su entorno arqueológico con serias sospechas de que bien pudiera ser un fraude-, a la realización de la exposición Fortunatae Insulae; Canarias y el Mediterráneo, organizada por el Museo Arqueológico de Tenerife que costó una purriada de millones de pesetas en el año 2004. Sorprende la facilidad con que el movimiento zanatista obtiene las bendiciones para realizar excavaciones arqueológicas en una tierra cuyas instituciones -como en el caso de Fuerteventura- tienen abandonados a su suerte a cientos de yacimientos y que no han sido capaces siquiera de declarar Bien de Interés Cultural a la Montaña de Tindaya y protegerla como se merece. Pero más sorprende la capacidad del grupo zanatista de levantar nuevas hipótesis tras leves sondeos visuales sobre algunos restos arqueológicos, convocando a los medios de persuasión y acompañados de representantes de la casta política que se apuntan a una foto como lapa al bajío.

El problema principal del movimiento zanatista es que intenta adaptar cualquier evidencia arqueológica a sus hipótesis en un forzado ejercicio de dudoso rigor científico. Así, en su afán de que Europa nos acoja en su Historia Antigua, el zanatismo está reinterpretando la historia pre-europea canaria (que de esa manera dejaría de ser pre-europea) de forma muy sui géneris: las pintaderas ya no los son, los pozos del Rubicón no son normandos, una estructura de piedras se convierte en todo un almacén para la exportación, las casas aborígenes de Gran Canaria se trasmutan en adaptaciones canarias de los hipogeos fenicios, los grabados rupestres de barcos en pruebas evidentes de que los mediterráneos estuvieron asentados en Canarias durante siglos y las salinas de la Punta de Rasca en Tenerife o las de Lanzarote en industrias al servicio de la madre patria europea. El caso más singular de la osadía zanatista fue divulgar la posibilidad de que una roca en el fondo de un barranquillo en el municipio tinerfeño de El Tanque albergaba el grabado rupestre de un toro. El animal, por muchas perras de vino que uno se pudiera tomar para contemplarlo, es imperceptible, ya que en realidad son las marcas de una moderna pala mecánica, a lo mejor traída desde el mediterráneo en un container, pero poco fenicia. No le va a la zaga la disparatada interpretación de las aras de sacrifico de La Gomera que el zanatismo quiso convertir en  atalayas desde las cuales los vigías gomeros escudriñarían la mar en busca de los atunes que luego se salarían en invisibles salinas o se tratarían en inexistentes factorías.

Buscar pruebas para confirmar las hipótesis es un trabajo arduo que muchas veces la realidad nos niega. Pero la honestidad en los planteamientos y en los métodos es crucial para la ciencia. Durante las Jornadas de Estudio de Lanzarote y Fuerteventura de 2011 se expusieron por parte del movimiento zanatista los resultados de dos excavaciones realizadas en Fuerteventura que bien pudieran denominarse En busca de las vasijas perdidas. En ambas excavaciones se encontraron algunos fragmentos de cerámicas de presumible procedencia mediterránea. Lo curioso es que en su búsqueda se descarta todo vestigio de innegable adscripción aborigen. En el caso de Lomo Lesque (Puerto Cabras) el yacimiento sufrió un evidente deterioro debido a la excavación y entre los restos de la tierra extraída (y amontonada como material de desecho) son perceptibles a simple vista decenas de fragmentos de cerámica de factura majorera pre-europea. En el caso de El Junquillo (Antigua) los fragmentos de cerámica aborigen se cuentan por centenas solo con una leve prospección de su superficie. Tales resultados, lejos de reforzar el vínculo de los mahos con el mundo norteafricano, se revelan para los zanatistas como evidencias inequívocas de la presencia mediterránea en Canarias aunque la proporción encontrada de cerámica hecha con torno sea de 1/10.000.


Nadie discute que barcos procedentes del Mediterráneo recalaron en Canarias en la antigüedad. Es probable que, ocasionalmente, se hayan producido intercambios esporádicos con otras culturas. Pero hasta el momento, y van ya veinte años de intentos, no existe ninguna prueba documental ni arqueológica que justifique que hubo asentamientos permanentes de culturas mediterráneas en las islas antes de la conquista castellana ni que las poblaciones bereberes llegadas a Canarias trabajasen -no se sabe con qué beneficio- para aquellas. Así todo, el reciente descubrimiento en la Isla de Lobos de restos de cerámica de posible adscripción romana junto con restos de moluscos ha dado pie, nuevamente, a divulgar sin ninguna certeza científica toda una teoría de explotación económica de los recursos insulares. La prudencia, desde luego, no es una cualidad de la que hagan gala los zanatistas. Se puede entender que la clase política se apresure a reconocer nuestro pasado romano porque, al fin y al cabo, son los herederos de clase de los patricios; se puede comprender que los titulares periodísticos busquen el sensacionalismo más banal porque en eso se ha convertido el periodismo de empresa. Pero que desde las universidades se vendan hipótesis hasta ahora indemostrables como verdades históricas es una irresponsabilidad que en los tiempos romanos sería castigada con trabajos forzados en las galeras.

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