lunes, 24 de enero de 2011

Tindaya: la montaña de los Chillida


Ana Oramas, parlamentaria de Coalición Canaria, al poco del fallecimiento del que fuera presidente del gobierno autónomo canario Adán Martín, manifestó en una entrevista que, horas antes de morir, el ex presidente le había dicho: "Ana, te encomiendo que hagas todo lo posible para que se construya el Puerto de Granadilla." Adán Martín, recordemos, llevaba años luchando contra el cáncer y en sus postreros momentos entre los vivos, según la diputada, su último deseo fue dirigido a la obra -innecesaria y destructiva- que mayor contestación ciudadana ha generado en Canarias en la última década. Un insólito anhelo para un moribundo.

No sabemos si Luis Chillida, hijo del fallecido escultor Eduardo Chillida, llegó a escuchar las sentidas declaraciones de Ana Oramas. Pero, según ha manifestado a los medios, su padre -antes de morir- “les dejó encomendado continuar con este proyecto artístico (el vaciado de la Montaña de Tindaya) cuando él se percató de que no podría verlo concluido.” Eduardo Chillida -recordemos también- llevaba años enfermo de alzheimer, sumido en el olvido interior. A pesar de ello, sus últimas encomiendas, si hemos de creer a su hijo Luis, se centraron en la destrucción del espacio natural y cultural más protegido de Canarias. Una extraordinaria petición surgida de la agonía.

Hace escasos días el actual Presidente de Canarias acudió a Donosti, acompañado del Consejero Contra el Medio Ambiente y del Presidente del Cabildo de Fuerteventura, donde se reunieron con los herederos del escultor. Acuciados por las deudas y por la mala gestión, los Chillida han tenido que cerrar recientemente el museo Chillida – Leku, así que el ejército de salvación del gobierno canario ha aprovechado la coyuntura para reactivar un proyecto insensato cuyo único objetivo es continuar la dilapidación de las arcas públicas para mayor beneficio de los intereses privados, entre ellos, los de los Chillida.

No insistiremos en los valores naturales y culturales que alberga la Montaña de Tindaya. Baste recordar que es el espacio, paradójicamente, más protegido de Canarias y probablemente de todo el Estado: siete son sus figuras de protección. Tampoco insistiremos en que tras este proyecto se oculta el mayor caso de corrupción de la época democrática del Archipiélago y que, aunque los cálculos son complejos, se estiman en más de 30 millones de euros los gastados en un proyecto en el que no se ha movido una piedra. El agujero de Chillida es un disparate artístico y un atentado contra la cultura y la naturaleza y, además, es imposible. Y ellos lo saben. Cualquier especialista en geología o cualquier persona con un mínimo de sentido común sabe que es imposible realizar un cubo de cincuenta metros de lado en el interior de una montaña cuyo techo (obviamente plano) deberá sostener cientos de toneladas de peso de piedra deleznable y fracturada. El estudio geotécnico que encargó el Gobierno de Canarias para confirmar -no para investigar- su viabilidad estuvo amañado. Se otorgó sin concurso público a Estudios Guadiana al frente del cual está Lorenzo Fernández Ordóñez, amigo íntimo de los Chillida e hijo del ingeniero que trabajaba con el escultor. Aun así las propias conclusiones del estudio geotécnico sentencian que se “levantan numerosas incertidumbres que no podrán ser resueltas hasta que se empiece a taladrar la Montaña.” Por cierto que Estudios Guadiana cobró un millón y medio de euros por realizar un informe con estas surrealistas e inconsistentes conclusiones. Desconocemos, sin embargo, el dinero que cobró el catedrático de ecología y presidente honorífico de ADENA, Francisco Díaz Pineda, para firmar la declaración de impacto ambiental que sostiene que agujerear la Montaña es medioambientalmente favorable pero, gracias a esa herejía científica al servicio del poder, se le designó como coordinador de los equipos que llevan dos años trabajando para el futuro Parque Natural de Fuerteventura y en el que, misteriosamente, Tindaya queda fuera de sus límites.

Pero volvamos a los Chillida. Esta familia anda lanzando a los cuatro vientos que su decisión de permitir -como herederos de la obra de su padre- el vaciado de la Montaña no está movida por intereses económicos. Hace ahora dos años acudimos a Euskalherría a presentar en varias ciudades nuestro libro Tindaya: el poder contra el mito. Ingenuos, explicábamos en las presentaciones que una de las razones de nuestra presencia en el País Vasco y Navarra era la de despertar la sensibilidad de la familia del escultor y lograr que se desmarcara, definitivamente, del proyecto. En los debates que se suscitaron en aquella gira se repitieron intervenciones del público siempre en el mismo sentido: si había dinero y negocio allí estarían los Chillida. Ahora, que su museo ha cerrado, Tindaya se les vuelve a aparecer como tabla salvavidas. Si no, ¿cómo explicar que continúen apoyando un proyecto irrealizable, con una gran oposición ciudadana y de la comunidad científica, con el artista muerto y con la corrupción salpicando todo lo que toca? Es probable que la fe no mueva montañas pero el dinero sí permite agujerearlas. 

viernes, 14 de enero de 2011

¡No hay comparancia!

Estos hombres dan pena. Sus poses denotan rigidez y una evidente inquietud tensiona sus rostros. No es para menos. Se encuentran en una rueda de prensa bastante concurrida. Lo atestiguan esos micrófonos que apuntan como un pelotón al hombre del traje gris. De ahí la postura del hombre del traje oscuro que se inclina levemente fuera del alcance de los micros, no vaya a ser. Pero una rueda de prensa no justifica esa tensión, máxime cuando el hombre apuntado es un político, miembro de una casta adicta a la trascendencia mediática. A cualquiera de nosotros nos apuntan con nueve micrófonos y nos puede dar un síncope pero a ellos se les estimulan las endorfinas. Tampoco el escenario parece ser especialmente pavoroso. Un cartel gubernamental autóctono y una bandera española, toda una composición iconográfica del nacionalismo institucional de aquí. Si queda descartado el miedo escénico, ¿a qué vienen entonces esas caras yertas bordeando la agonía?


Esta rueda de prensa tiene lugar un día después de que se hiciesen públicos los resultados del informe PISA, ese donde unos tecnócratas europeos ponen a parir, con datos, nuestra ultraperificidad educativa. El hombre del traje gris es el viceconsejero del ramo; el otro es, con perdón del oxímoron, el jefe de la policía educativa porque, según reza en su cargo de libre designación, es el inspector general de la educación canaria. Y, claro, un sector en estado de alarma requiere de su jerarquía. Lo que se disponen a hacer es una operación extremadamente arriesgada y compleja. Los periodistas, el público y hasta los micros saben la verdad y ellos deben decir lo contrario pero sin que se note demasiado. La verdad es que los europeos han concluido que, por mucho que el general de los inspectores se arrime a la bandera, nuestra escuela no aprueba ni los recreos. Y miren que llevamos años diciéndoselos, pero hasta que no han sido ellos, los que les mandan las perras para puertos y autopistas, los que los suspenden, no se han apurado ni han puesto esas caritas.

Hay que reconocer que juega en contra de sus ojeras una noche en vela preparando la rueda de prensa para desmentir los resultados del informe. Por eso el viceconsejero envió durante la comparecencia mensajes encriptados. El hombre explicó, ante los atónitos micros, que "desde el punto de vista técnico se distingue una lectura ordinal del informe, cuyo resultado en puntuaciones es poco significativo y otra lectura cardinal del informe sobre qué países se sitúan arriba". Aquí nos desarmó. Según el informe nuestra juventud tiene serias dificultades para leer y este hombre lee ordinal y cardinalmente y, si nos descuidamos, lee haciendo el pino. En otro pasaje de su intervención el subconsciente le traicionó y en una enrevesada asociación de ideas, viendo aquellos micros erguidos que lo apuntaban, dijo que Canarias estaba, educativamente hablando, en el  pelotón. De eso no hay duda, a un suspiro del tiro de gracia.

Pero el momento sublime del hombre que lee ordinal y cardinalmente tuvo lugar cuando se le cuestionó por la diferencia entre Canarias y otras comunidades del estado español. Ahí el viceconsejero se plantó y, flanqueado por el general y su bandera, sentenció que no hay nada que comparar, que no se puede comparar, que de nada sirve comparar. Qué raro. Usted coge el susodicho informe y todo son comparaciones; la versión española contiene más de 80 gráficas comparativas y en todas, sin remedio, Canarias está en la cola y no ve, ni de lejos, el pelotón. Es para cabrearse pero no digan que estos hombres no dan pena.

jueves, 13 de enero de 2011

Razón de ser

Este blog es fruto de la perseverancia de un amigo (razón por la cual en cualquier momento puede dejar de serlo) que nos insistió al modo canario -deslizando, de tanto en cuando, comentarios sobre su utilidad- de sus ventajas en estos tiempos de emergencias. Por no aguantarlo, más que por convicción, le dimos vía libre para que procediera a su creación. Y aquí está, recogiendo los desechos de nuestras reflexiones, contradicciones y obsesiones, actuando como un moderno diván cibernético y ahorrándonos una pasta en consultas y tratamientos psicológicos.

Admitido, pues, el blog como animal de compañía este espacio quiere hacer, sobre todo, honor a su nombre. En Canarias dar la pejiguera se puede definir como la cualidad de insistir machaconamente, resultando molesta tanta insistencia. Por extensión la persona que ejerce tal cualidad es una o un pejiguera. Practicaremos el pejiguerismo intentando, eso sí, que no se convierta en un guineo que termine por aburrir a los ocasionales lectores.

Sus contenidos, empero, serán variados y su actualizaciones inconstantes. Brincará por la geografía y navegará por lo cotidiano. Se detendrá a tomar aire y cuando intuya el desfallecimiento se mandará a mudar. Aguantará cuanto pueda y se aferrará a la libertad de expresión como si le fuese la vida en ello. Este blog ni siquiera persigue objetivos pero si estimula la crítica, si le arranca alguna sonrisa a las amistades (a las conocidas y a las clandestinas) y logra que algunas personas vinculadas al poder cojan nervios, dará por complacida su existencia.